Manuel Mejía Vallejo nació el 23 de abril de 1923

Balandú sigue hablando: un homenaje a Manuel Mejía Vallejo

Cuando pienso en la literatura colombiana, siempre regreso a Manuel Mejía Vallejo. Hoy, celebrando el aniversario 101 de su nacimiento en 1923, no puedo evitar reflexionar sobre cómo sus palabras han modelado mi percepción de nuestra identidad antioqueña.

Lo extraordinario de su narrativa es ese sentido de pertenencia que genera. En cada párrafo de sus novelas nos sentimos en casa, arropados. Su prosa y poesía nos invita a volver la cabeza hacia atrás para reconocer lo que hemos perdido, inspirando a algunos a pensar cómo recuperarlo, o al menos, cómo honrarlo para que nuestra alma se sienta orgullosa del camino recorrido.

Un poco más de 100 años de su nacimiento y quiero recordar no solo al autor premiado, al novelista sólido y al cuentista prodigioso, sino al hombre que supo entendernos con tantos defectos y tantas cosas bellas, que nos buscó y que supo retratarnos. Que aprendió, con cada palabra, a construirnos un espejo y una casa.

Ilustración de Jericó Antioquia inspirada en Balandú de Manuel Mejía Vallejo

“El dolor del recuerdo en los olores” —escribió Manuel—. Y ahí está todo. Su literatura es esa: el olor del fogón, del cafetal, de la tierra mojada. Sus novelas son patios vivos, tardes largas, mujeres que fritan buñuelos y reparten empanadas mientras los grillos cantan en la noche o los parajitos madrugan a cantar. Son las primas que se quedan, el primo que se va, el aguardiente, la voz de los abuelos. Leerlo es volver a casa aunque nunca hayamos salido. Es sentirnos parte de algo más grande, más remoto, más verdadero.

Manuel Mejía Vallejo nos dejó mucho más que libros. Nos dejó un paisaje interior. Nos hizo conscientes de lo que fuimos, de lo que aún somos cuando el mundo parece olvidarlo. Nos enseñó que la literatura no es otra cosa que la manera más delicada y poderosa de sostener el alma.

Quiero honrarlo como se honra a los grandes: leyendo, recordando y diciendo en voz alta que su literatura sigue viva. En nuestras montañas, en nuestros silencios, en los ojos de una mujer de mejillas tibias, en los patios y en las jaulas de periquitos.

Porque a veces uno siente que la vida no cogió ningún rumbo…
pero se va sabiendo que una mujer lo quiso,
y que hubo libros,
y que hubo Manuel.


Categoría: Perfiles literarios

Alexandra Patiño Gutierrez

Desarrolladora web. Lectora y librera en Tanto Libro.

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